La experiencia de usuario (UX) está asociada a las emociones, los sentimientos, a la construcción, transmisión de la marca y la confiabilidad del producto. Como vemos, UX puede resultar un término bastante amplio. En este sentido, la experiencia de usuario se vuelve imprescindible como estrategia de abordaje y análisis de la eficacia de nuestros productos y nos permite parametrizar las repercusiones sobre el público al cual nos dirigimos.
¿Qué es UX?
Protocolariamente las definiciones siempre comienzan explicando los orígenes etimológicos del término al que se está haciendo referencia. Para ser respetuoso con esta costumbre, aclaro, UX es una abreviación del término en inglés user experience.
Tal como indica su nombre, la experiencia de usuario centra su atención en entender las diversas maneras en que una persona (o varias) interactúa con cierta herramienta o servicio.
Siendo un poco más técnico, UX pone en foco el conjunto de factores y elementos que entran en juego a la hora de analizar ese diálogo entre sujeto y experiencia, entre el entorno que lo rodea o un dispositivo concreto, y cuyo resultado es la generación de una percepción positiva o negativa.


¿A qué se refieren los conceptos transmisión de la marca y confiabilidad del producto?
A la hora de plantear cualquier estrategia de diseño es muy importante tener presentes estos dos conceptos ya que son los que garantizan una coherencia y asimilación positivas. Hay que tener en cuenta que se nos presenta un escenario que comprende usuarios con distintas necesidades y conocimientos; dispositivos de distintas características y funcionamiento. Si no tenemos en cuenta estos conceptos corremos el riesgo de que el usuario no perciba una unidad entre ellos y que le parezca que son productos distintos o, en el peor de los casos, de otra empresa.
Para alcanzar estos objetivos, esencialmente debemos crear una comunicación visual sólida, y para ello, es necesario:
- Establecer manuales de marca y usos de la UI (Interfaz de Usuario).
- Contar con una GUI (guideline) bien documentada. Esto significa que especifique su aplicación en todos los dispositivos en los que el producto se implementa. Si es en Android debemos respetar a rajatabla las directivas de “Material Design” (siendo esta la última normativa de diseño establecida por Google), si es para Apple las de iOS o Modern UI (antiguamente Metro) en el caso de Windows Phone, etc.
Un hecho que podemos citar como ejemplo es el problema que tuvieron Apple y Google al comienzo de sus App Stores. Iniciaba la era de los smartphones y no todos, ni siquiera gente técnica, los entendía en su totalidad, ni mucho menos a lo que se apuntaba con una app. No había GUI’s sobre cómo crear una app y cada una de ellas se percibía como algo totalmente ajeno al sistema operativo en la que se instalaba.
Fallaban, los usuarios no sabían cómo volver hacia atrás, cómo subir una foto o dónde estaban los menús, porque en cada App el acceso a alguna de estas features se ubicaba en un lugar distinto. Es por este fenómeno que ambas empresas, y las que siguieron el camino de las stores, establecieron lineamientos rigurosos (Apple principalmente) para aprobar la distribución de una app en sus respectivas App Stores.


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